diferencias cerebralesenfunción del sexo
Otras diferencias sexuales en comunicación emocional, apego y desarrollo La psicología del desarrollo y los psicólogos evolucionistas aportan diversos estudios relevantes sobre las diferencias entre hombres y mujeres en estas facetas. dEl estudio e bebés recién nacidos supone una fuente de material para la búsqueda de diferencias de origen fundamentalmente biológico, ya que los efectos del aprendizaje aún son pequeños (aunque no despreciables, particularmente en un cerebro en desarrollo como es el humano). Hoffman, de la Universidad de New York, estudió la respuesta de bebés de 1 día a determinados sonidos, como el llanto de otros bebés, llamadas de animales, o una extraña voz generada por ordenador. Los bebés de ambos sexos respondían más intensamente al sonido de otro humano en distrés, pero dicha respuesta era mucho más marcada en las niñas, sugiriendo para Hoffman que las niñas recién nacidas están más sintonizadas para dar una respuesta empática (revisado en De Waal, 1996). Desde un punto de vista evolutivo, tiene sentido que las mujeres, que durante tanto tiempo han sido la primera línea de cuidados – la primera línea defensiva del bebé frente al mundo en realidad-, estén orientadas hacia las necesidades de los otros. No sorprende la finura de sus sentidos: el sentido del olfato en la mujer es más agudo que el del hombre (sobre todo durante la ovulación), y las mujeres son más sensibles al tacto que los hombres. La capacidad para comunicarse a través del tacto
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es crítica para la supervivencia del bebé (estudios con bebés prematuros muestran que aquellos que son cogidos o incluso golpeados suavemente crecen y maduran más deprisa que aquellos dejados solos manteniendo idénticos el resto de cuidados). Además está el oído. Las mujeres oyen mejor que los hombres los sonidos agudos; la diferencia se encuentra ya en la infancia y aumenta con la edad. Los hombres, por otra parte, parecen tolerar mejor sonidos más fuertes que las mujeres. Las madres tienen que comunicarse con sus hijos – no sólo darles confort, sino advertirles de los peligros. Esto protege al niño individualmente y puede, en una perspectiva ampliada, ser esencial para la supervivencia de la especie. Psicólogos evolucionistas como Fernald (1992), han encontrado que las madres hablan a sus hijos en un tono particularmente agudo, que puede llegar a elevarse hasta 2 octavas comparado con el que emplean para dirigirse a un adulto. Los padres también agudizan su tono, pero de forma menos marcada. También ha observado que los bebés responden más rápidamente a este tono de voz agudo, que a los tonos que la misma mujer puede emplear para dirigirse a un adulto. Este tono tiene a su vez repercusión en la frecuencia cardiaca, que se ralentiza y se hace más estable al escuchar esta música particular de la voz de su madre. En otro orden de cosas, los Gur han mostrado que las mujeres tienen una mayor facilidad que los hombres para interpretar expresiones faciales. Existen asimismo datos sobre una capacidad más aguda en las mujeres para leer expresiones no verbales, desde el lenguaje corporal al sutil aspecto de una boca que no sonríe. ¿Se corresponde esta última a tristeza, preocupación o ira creciente? ¿Es importante saberlo desde el punto de vista de la supervivencia? En diversos estudios realizados mostrando fotografías de sujetos, ambos sexos percibían con facilidad cuando alguien está contento. Las mujeres, podían detectar asimismo con facilidad (fiabilidad del 90%) la tristeza en una persona, independientemente del sexo de la misma. Los hombres mostraban una capacidad similar para leer la infelicidad en el rostro de otro hombre, perdiendo fiabilidad al analizar el rostro de una mujer. Para los Gur, esta diferencia puede provenir también de nuestros ancestros, que vivían en una sociedad en la que los varones marchaban juntos y negociaban por el poder, donde probablemente sería vital para un hombre leer las expresiones de otros hombres, pero quizás no suponía tanta ventaja la capacidad de sintonizar con la expresión de una mujer. Para la mujer puede haber sido diferente (revisados en Blum, 1997). Lo importante de estas hipótesis evolucionistas no es señalar la existencia de un sexo débil y otro fuerte, sino intentar rastrear donde se iniciaron determinadas conductas. Con su sensibilidad emocional, las mujeres obtuvieron capacidades extra de su necesidad de criar a sus hijos, de crear sistemas fuertes de apoyo y de acomodarse a los a veces peligrosos estados afectivos de los hombres. Algunos investigadores dicen que las madres enseñan a sus hijas cómo emplear el lenguaje y cómo compartir sus sentimientos mucho mejor que a sus hijos. La emoción que las madres discuten de manera rutinaria con sus hijos es la ira, y en tal caso, suele ser sobre una conducta de control. Existe una escuela de pensamiento que sugiere que la fortaleza emocional es la real: ayudan a que las mujeres tengan mejor salud que los hombres. La conexión con los otros se constituye en una especie de red de seguridad. Hay numerosos estudios comparando la reacción de duelo en hombres y mujeres, que muestran cómo estas recobran más rápido el equilibrio emocional. Si una familia pierde a un progenitor, son las hijas, en general, quienes parecen sufrir menos el golpe, y quienes incurren con menor frecuencia en conductas antisociales o autodestructivas (Blum, 1997). Entretanto, autores como de Waal llaman a la moderación, haciendo notar que parecemos encontrarnos en la mitad de un movimiento de péndulo que admira las cualidades femeninas como antes venerábamos las masculinas. Los Gur también son prudentes a la hora de manifestar la superioridad emocional femenina, así afirman "Creemos que hay aún mucho que aprender sobre las diferencias sexuales en diversos aspectos del procesamiento emocional antes de poder afirmar que las mujeres son superiores como regla" (citados en Blum, 1997). Por último, mencionar entre los trabajos sobre el apego el estudio sobre el cuidado diurno de los niños en Estados Unidos, que viene siendo realizado desde 1991. Dicho estudio (que patrocina el Instituto Nacional para la Salud Infantil y el Desarrollo Humano, NICHD) del que se han realizado numerosas publicaciones, sigue a unos 1300 niños de todo el país desde su nacimiento y a lo largo de la escolarización (continúa en la actualidad), controlando multitud de variables que incluyen aspectos de los padres, la calidad del cuidado, el rendimiento y la integración social de los niños a lo largo del tiempo, etc. Han realizado diversos informes que se están constituyendo en una referencia ineludible a la hora de afrontar el estudio del impacto del cuidado del bebé en el desarrollo. Entre los hallazgos de uno de sus primeros informes, que abarcaba los primeros 15 meses de vida, las niñas eran, en conjunto, ligeramente más seguras si pasaban algo de tiempo fuera de sus casas (dato inesperado para los investigadores); lo contrario pasaba en el caso de los niños. Entre las hipótesis para explicar este dato, los investigadores plantearon como alternativas: que quizás las niñas cuyas madres trabajan se desarrollan como adultos más orientados hacia los logros y sus madres se convierten en modelos; otra sugerencia es que el vínculo emocional entre madre e hija puede hacerse demasiado estrecho, demasiado cercano, perturbador en lugar de asegurador, de tal forma que las hijas que se quedaran en casa pudieran de hecho convertirse en temerosas. Por otra parte otros estudios, como uno de Belsky en 1988, encontraron que demasiado tiempo en preescolar parecía debilitar el vínculo de los niños con sus padres y madres. El mismo autor señala: "Hay multitud de evidencias a lo largo del ciclo vital de que los hombres tienen una biología más vulnerable. Sucumben a todo tipo de cosas antes que las mujeres. En ese contexto, puede tener sentido que sean más vulnerables al estrés de la separación". Otras investigaciones sugieren que los niños necesitan más de todo de sus madres; por ejemplo, tienden a nacer ligeramente más tarde en la gestación, y son más grandes, precisando más alimentación. Desde el principio los requerimientos básicos son más grandes. Belsky se pregunta en este sentido si los niños necesitan más, sobre todo en etapas precoces – contacto, canciones, apoyo emocional- de lo que le damos. Puede que los progenitores desconecten de los niños tempranamente de una forma en que no lo hacen con las niñas, empujándoles más rápido hacia la independencia. Como hombres, estos niños no recuerdan nada
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, pero la distancia emocional puede haberse establecido ya en cualquier caso.
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